miércoles, 6 de septiembre de 2017

So cute!

Las vacaciones de verano ya pasaron. Rico contraste entre Barcelona y Terranova. Del calor familiar en Barcelona, a la brisa y buenos momentos Cambrils. Y cómo no...las mariposas en el estomágo de viajar unos días a Canadá.

Hermoso poder disfrutar, tras algunos años en Noruega, de la verbena de Sant Joan en Cataluña con la familia. Música, petardos y comida bien rica en la orilla del mar. 



Emocionante ver a los niños bebiendo con fruición horchata y devorando helados en Gràcia, en los mismos lugares donde yo las tomé de niña. También viví la sensación de notar que se hacen mayores. Y es que los chicos estuvieron este verano unos días en las colonias de los avis que dicen ellos. Con mis padres y mis sobrinos en la playa de Cambrils. Se lo pasaron pipa toda la cuadrilla junta en remojo.


Tras unos días especiales rodeada de mi gente en la ciudad condal, volé hasta Toronto. Una ciudad que me sorprendió positivamente por su multiculturalidad. Aunque me van los sitios mucho más pequeños, me sentí como en casa paseando con mi pareja por el Kensignton Market. Paraditas de todos los países y confieso, uno de los mejores tacos que jamás he probado. Sorprendente también el olor a marihuana por todo el barrio... menudas colas se formaban al lado de las clínicas medicinales (dispensan maria con receta médica).



Imposible olvidar el peculiar barrio chino de la ciudad. Montones de restaurantes asiáticos y negocios de frutas y verduras a buenos precios. Y con un bus que daba la posibilidad de visitar las famosas cataratas del Niagara. Espectaculares a pesar de todo el montaje turístico que las rodea.


Pillamos el día nacional de Canadá durante nuestra estancia. La gente sale a las calles y hay música y algunas paraditas de comida, pero no se vive tanto como en Noruega.



Al cabo de pocos días, llegó el turno de explorar una parte más salvaje del país. La isla de Terranova(Newfoundland en inglés). Un regalo para los cinco sentidos.



Primera parada: Deer Lake. Un lugar un tanto gris para mi gusto, pero con un aeropuerto chiquito y un insectario que me robó el corazón. Una mariposa se posó sobre mí por unos instantes. Casi muero de amor.



De allí nos fuimos moviendo con coche de un lugar a otro. La mayoría de las noches usamos la tienda de campaña. Costa salvaje y bosque denso es el paisaje que uno se puede encontrar en la isla. En cierta manera parecido a Noruega. Es fascinante la conexion histórica y cultural entre ambos países, con motivo de los vikingos (podéis leer más aquí). 



Pero  las costumbres y la gente son distintas, y hay cosas sorprendentes como icebergs en pleno litoral, o las montañas empedradas en el parque nacional de Gros Morne.




Hay muchos carteles e indicaciones y reglas para ir de tur en Canadá. Acampar por libre en Noruega es algo normal. Pero en el otro lado del charco hay mucho más campings con sus parcelas y áreas comunes. Se observan unas autocaravanas enormes.  

La acampada libre en los parques naturales canadienses está prohibida. Pero no en otras zonas apartadas de las áreas urbanas. Así que nos decidimos por una visita corta al parque natural de Gros Morne y al museo vikingo de Aux au Meadows (pequeño y fabuloso). Y el resto disfrutamos de la naturaleza fuera de las áreas reservadas.





También tuve la ocasión por primera vez de deleitarme con los famosos lundefugler (frailecillo en español o puffin en inglés) y otras aves. Todo esto gracias a un tur guiado especial dentro de una pequeña lancha motora. Estos pajaritos son preciosos y su forma de aletear es imposible de olvidar. So cute! era la frase más repetida por los canadienses. Y es que esta isla se nutre mayoritariamente de turismo interno.



Otra experiencia memorable fue dormir en un hostal un par de noches en Saint Johns (capital de Terranova, peculiar por sus colores y su rica  vida cultural y social). Conocer otra gente que hace de viajar su filosofía de vida siempre aporta cosas interesantes. 



La verdad es que entiendo bien que mis padres vuelvan un año tras otro a Canadá. Es extenso, vasto y con infinidad de lugares por visitar. Además la amabilidad y el calor de su gente y sus tradiciones en los lugares pequeños te roba el corazón. Y es que en la isla la mayoría nos obsequiaban con pequeñas conversaciones y la bienvenida.

Y ahora de vuelta a Trondheim, hace ya casi dos meses. En julio y primeros de agosto estuvo esto muy tranquilo. Calles semivacías y carril bici a disponer para ir a trabajar. También hubo tiempo para alguna escapada de fin de semana a una cabaña.  Lo pasamos pipa.

 


Por el resto he sido feliz en mi trabajo durante casi un año, pero mi contrato acaba de finalizar. Cruzando los dedos para ver si se abren nuevas oportunidades allí en la misma oficina, y por supuesto buscando trabajo a la vez.

Hace unos días empezó el curso escolar. Las rutinas se vuelven a instaurar de nuevo. El pequeño ya ha empezado en la escuela de mayores. Os contaré pero se siente importante y muy orgulloso. Y yo más aún.