domingo, 17 de noviembre de 2013

Trondheim on ice

Estas últimas semanas ha helado por las noches en Trondheim. Al levantarme y mirar por la ventana está todo cubierto de una ligera capa blanca de hielo con puntos brillantes. Los cofres con gravilla que hay en las calles ya empiezan a usarse, y se ve a gente lanzando piedrecitas al suelo. También tractores esparciéndolas por la carretera.  Ellas son mis mejores amigas. De lo contrario ya me hubiera matado. Los coches, buses e incluso bicicletas han cambiado sus ruedas, por las de invierno (ruedas con clavos). Los clavos comparten podio con las piedras en cuanto a mí se refiere. 

Los dos primeros días de hielo fui con las botas con mucho cuidado, y no me pasó nada. Pero al tercer día saliendo de casa, me metí una que ni os cuento. Me caí de lado y ya veis a los hombres de la casa intentando levantarme. Me quedé anclada en el suelo. Además, tiene guasa la cosa, porque nuestro apartamento está en una colina. De forma que para acceder a la calle peatonal has de recorrer una pendiente de unos 30 metros: Helada y sin piedras. Brilla desafiante como diciendo "Te la pegas fijo". Eso por la mañana cuando llevamos a los niños a la barnehage. A la vuelta ya está oscuro, y con poca luz. Entonces tiene más gracia aún el asunto. Por suerte, aunque no muchas,  hay piedras a fecha de hoy.

Pero eso no es todo. Sales de casa. Caminas cinco minutos hasta la parada del bus (que se hacen eternos) Cuando llegas a la parada piensas que se ha acabado el peligro, y no. Llega el bus y has de recorrer tres palmos de acera hacia delante par a subir.

El primer día que me encontré con la situación pensé: "donde fueres haz lo que vieres" Entonces, me fijé que los noruegos patinan por la acera con los zapatos hasta el autobús. Cuando lo vi, decidí que el refrán quizás no era aplicable en mi caso. No tuve el valor. "Si patino me voy hacia detrás y me parto la crisma" pensé (y visualicé). Así que dando pasos chiquitos, mientras el conductor me miraba estoíco con paciencia infinita,  llegué a la puerta y validé el billete.

Ahora uso los clavos en las botas, y puedo decir que mi vida ha cambiado. Ya no me entra ese sudor frío, que te produce la sensación de que te vas a caer continuamente. Camino con cuidado, pero el miedo se me está yendo, y voy con mucha más tranquilidad.

Los niños se han adaptado bien al tema, y después de algunas caídas, y la práctica que han cogido en la escuela, no hay problema. Caminan con las botas sin clavos. Y Pau como me lleva unos meses de ventaja aquí, ya ha pasado la fase del miedo, y va tranquilo con las botas también.

Este fin de semana, hemos tenido temperaturas altas para la época (5ºC a 9ºC) y ha habido tregua de hielo. Pero la semana que viene ya no me libro según la previsión meteorológica.

En esta entrada no hay fotos. De momento no me atrevo. Prefiero tener a mis pies controlados. Pero os dejo un vídeo muy breve para que os hagáis una idea.


¡Hasta la próxima!


2 comentarios:

  1. Es todo nuevo, hasta caminar. Lleva una bolsa de plástico siempre a mano, y cuando veas que si sigues caminando te vas a romper el cuello, siéntate sobre la bolsa y déjate llevar. jejejej Un abrazo muy fuerte.

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    1. De momento siguen las sorpresas y cosas nuevas en Noruega. No es mala idea la que propones. Me la apunto ;)
      Un abrazo muy fuerte también.

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